
Cassandra tomó su pulso nuevamente y nada. En el aula el descontrol era total. Emiliano le hablaba pero ella intentaba pensar que hacer en ese momento. ¿Rehabilitación cardio pulmonar? Demonios ya era tarde y yo ciertamente no se sentía capaz de hacerlo realmente, una cosa era intentarlo en un muñeco de latex y otra cosa en una emergencia real. La piel cercana a la frente y las sienes de la docente ya se estaba volviendo lívida de la falta de aire circulante.
Una pequeña hematoma en su cuello llamó su atención, para cualquiera parecería un “beso” pero sin duda o se trataba de un vampiro o quizás era algo más. La hematoma rosada tenía un punto violáceo como perforado en el centro. Cassandra se llamó a ella misma a recolectar toda la información necesaria antes de que llegara la policía. Un instinto primordial que la enviaba a ser testigo de lo que ella sentía en su fuero interno se trataba de un crimen. ¡Un crimen de verdad como en las películas! Tal vez era el adn de la familia que ardía en sus células y la instigaban a examinar la escena con cuidado. Después de todo se dijo, su segundo nombre era Norah.
El doctor llegó de inmediato. Entró en el curso lleno de adolescentes alborotados con la frente perlada de sudor. Era bajito y medio pelado, tendría unos cincuenta años, observó a la adolescente de cabellos rosas reclinada sobre el cuerpo de la docente y preguntó:
— ¿Hace cuánto que está así?
—Diez minutos, realmente no estoy segura pero entró al aula tambaleandose como si hubiera sido atacada por alguien.
El médico examinó el cuerpo y habló por su celular a lo que la muchacha suponía era la policía.
—Hola es para reportar un óbito. Si estoy en la secundaria “La medalla milagrosa”. Envíen la morguera. Parece una embolia, pero es dudoso. Si ya sabe a lo que me refiero, envíen un oficial paciente porque será algo delicado.
La mente de cass hervía por la situación. Finalmente reticente se alejó del cuerpo de Mastronardi, no tenía nada en las manos, se percató que su usual bolso color marrón gastado no se hallaba por ninguna parte del aula. Deshizo lentamente los pasos tambaleantes de su profesora de historia y observo los recovecos entre los asientos y mesas en busca de alguna pista en el camino que hubiera sido pisoteada por sus compañeros pero no encontró nada.
Sin ser notada, salió del aula y continuó por el pasillo, entonces lo vió: un lápiz de labios debajo de uno de los canteros que daban a la escalera. Lo tomó con cuidado con un pañuelo de papel y lo envolvió por si su empaque dorado tenía huellas. Se lo daría a un oficial cuando lo viera porque esto no era CSI precisamente. Entonces, en un rincón que daba a un descanso de la escalera notó el bolso de Mastronardi. ¿Alteraría evidencia si husmeaba un poco? La verdad es que Cass no tenía idea del protocolo policial pero esta escena del crimen, si algo tenía por demás, era gente de sobra que merodeaba por todas partes; por lo que su intrusión sería algo fácil de explicar y su coartada estaba al día: estaba en el aula cuando ocurrió, Emiliano atestiguaría eso.
Se acercó caminando sobre las puntas de sus pies cual bailarina, al bolso tirado en el suelo y lentamente comenzó a hurgar entre las pertenencias, claro que se sentía mal, pero la curiosidad era más fuerte que nada y entonces encontró un papel doblado en cuatro que procedió a abrir con cuidado.
Era una nota escrita por computadora con letra times new roman, no decía nada excepto:
“Tenemos que vernos. Ya sabes dónde. M” ¿”M” de Mónica quizás? ¿La profesora quería encontrarse con alguien? ¿Por qué no enviar un mensaje de texto como cualquier ser humano? Mónica era de costumbres antiguas pero quizás, solo quizás, no quería dejar rastros de su encuentro.
Entonces se puso a pensar en ella como víctima: era una mujer de carácter fuerte, muy fuerte. Claro que con su apariencia elegante y sus cabellos siempre ondeados teñidos de castaño oscuro engañaba al paso del tiempo. ¿Sería Mastronardi objeto de un romance apasionado? Se le revolvieron las tripas de pensar en ella de ese modo: con sus ojos azules un tanto saltones frios como un tempano, su nariz larga de ave de rapiña y su boca mezquina pintada de rojo. Si la detestaba, le había puesto un cinco en la última prueba sobre el Virreinato del Rio de La Plata y de hecho no podía pensar en nadie que no estuviera contento de verla morder el polvo. No tenía conocimiento sobre que fama gozaba entre sus colegas pero si sabía que era una mujer difícil y fría con el alumnado. Claro que eso no era motivo suficiente como para verla muerta.
Continuó revisando el contenido del bolso y me encontró con lo que su abuela detective llamaría “una pista más”: Un recibo por el revelado de unas fotos. Si bien el laboratorio las imprimía en el momento, cuando se trataba de casos especiales como copias grandes o un número elevado de impresiones se tomaba su tiempo y se ve que algo de eso había ocurrido con este pedido, porque si no, no entendía el motivo de darle el recibo a Mónica Mastronardi. Se lo guardó en el bolsillo y volvió a dejar el bolso en el piso donde lo había encontrado originalmente.
Regresó al salón y enseguida Violeta Dierek la persiguió con sus nervios a flor de piel, actuando como una primadonna:
—Cass ¡Es un horror! ¿Viste como cayó muerta?
—Si lo vi de hecho, fui yo quien dio el parte de muerta si no lo recuerdas…
—No puedo creer que mantengas tanta calma con todo lo que sucede en esta aula.
— ¡Mirá no quiero hablar más contigo!—le gritó en el rostro — no sé si recuerdas que me traicionaste con la Madre Catalina acerca del manifiesto que ambas redactamos. Perra traidora… No. Perra no, porque eso sería un insulto para los pobres animales y no hay animal que valga la pena ser insultado con tu nombre.
—Ya te pedí disculpas de todas las formas. Tuve pánico y la Madre Catalina anda tras tu cabeza.
La muchacha de cabellos rosas hizo como que se miraba las uñas y no estaba escuchando lo que decía la castaña ex amiga suya que agitaba su nariz respingada y sus grandes ojos marrones como si estuviera a punto de llorar para convencerla de su honestidad.
— ¿Dijiste algo? ¿No? Bueno tengo que volver con Emiliano.
— ¡Cass!— exclamó a la distancia pero ella ya no estaba para escucharla. Volvió a su asiento al lado de Emiliano.
Emiliano Preston era su mejor amigo de lo que ella llamaba “toda esa escuela de infradotados, plagada de adolescentes alzados a diestra y siniestra”. Y no que él no estuviera alzado, pero era el menos alzado de todos o al menos lo manejaba con más calma. Tenía una confianza en él mismo lo que era una cualidad impecable en un amigo y siempre estaba para apoyarla en sus locuras sin objeciones.
Tenía el cabello rubio oscuro, pero ella sabía que con vergüenza había ido al salón de belleza a hacerse unos reflejos y bromaban con eso. (Al menos ella lo hacía) pero la verdad era que le habían quedado bien como si fueran naturales. El le contaba a todos que había sido el sol del verano y la playa pero Cass no sabía quien se creería aquello.
Emiliano y Violeta supuso reflexionando, serían su versión posmoderna de George Y Bess pues ella ya se consideraba una especie de Nancy, sobre todo en la parte en la que hacían todo juntos, todo (recordaba tristemente con algo de furia) hasta que la bastarda de Violeta decidió venderla con la directora…. Por lo que ahora eran solo George Fayne y Nancy Drew solos contra el crimen de la profesora de historia.
Fue entonces cuando se le prendió la lamparita y se le ocurrió mejorar el blog contando su aventura con el crimen de Mastronardi. Saqué su celular, el que esa misma mañana su madre le había devuelto y empezó a redactar a la velocidad de la luz. Le tomó una foto al cuerpo, al médico examinador y finalmente publicó su primer post de investigación de Mystery Girl. Sabía que no era lo correcto, apresuraba las cosas y quizás no se trataba de un crimen después de todo, pero el público no lo sabía y eso haría las cosas mas interesantes: un sitio de misterios reales.
Lo llamó “El misterioso rendevouz de la profesora de historia” y contó con cierta libertad poética como la misteriosa reunión de Mastronardi terminó con la muerte de ella. Claro que si se descubría que era ella la que filtraba información sobre la escuela y detalles sobre un crimen que quizás no lo era se vería en graves aprietos…quizás mas graves de los que la joven muchacha podría imaginar.
Emiliano le lanzó una mirada de perplejidad al ver que le sacaba una foto a la difunta.
—¿Se puede saber qué demonios haces?— le susurró al oído con tono desaprobador.
—Nada importante.
—No te creo, tú con la información eres un peligro. Dale decime prometo que no le cuento a nadie, sobre todo a Violeta. — Dijo mirándola con ojos de cachorro degollado, frunciendo los labios hacia abajo.
—Bueno si lo vas a saber de todos modos… es que cree un blog para homenajear a mi abuela que era detective amateur, pero estoy escribiendo sobre el caso de la profe de historia.
—¿El caso de la profe de historia? ¿Qué hay para saber? A la vieja le dio un ataque nada más. — Dijo rotundamente Emiliano.
—Eso mi querida George es lo que tendremos que averiguar. —Le rebatió la respuesta apuntándole con mi dedo índice.
— ¿Cómo me llamaste?
—Nada, deja que yo me entiendo.
—¿Querida? Tanto tiempo paso a tu lado que me convertí en una chica para ti…
—No seas tonto — dijo entre risas y golpeó su brazo con el puño, así se entendían ellos, a los golpes, cariñosos, por supuesto.
—En serio Cass no te metas en problemas con esto, si la madre superiora se entera es el fin — le dijo preocupado frunciendo su frente como cuando estaba alterado por algo.
Justo cuando le estaba advirtiendo por su bien, la madre superiora con su rictus más rígido que nunca entró en el aula acompañada de la policía. Unos camilleros seguían detrás de ellos.
—¡Silencio! — gritó con su voz tan particular, áspera como la de una mujer fumadora de años y toda la clase al unísono se llamó a hacerle caso a la anciana monja. Bueno quizás no era tan anciana y estaba baqueteada pero para Cass era vieja y eso era suficiente.
—La policía quiere saber lo ocurrido por lo que quiero que alguno de ustedes que haya visto lo sucedido se lo narre al oficial…—Hizo un ademán en señal que no retenía el nombre del pobre oficial de turno.
—Arno, Suboficial Arno— dijo con voz tímida y sosteniendo un anotador, el oficial detrás de ella.
Era alto, delgado, no contaría con mas de unos veinticinco años, de contextura fibrosa, se podía apreciar algo del entrenamiento debajo del uniforme que le quedaba un poco grande y tenía la cabellera castaña oscura peinada hacia atrás. Sus ojos eran tan castaños como su cabellera, hundidos y un tanto juntos lo que le daba una misteriosa cualidad de profundos. Su nariz era larga pero fina sin llegar a ser aguileña y su boca era irregular, su labio superior casi no existía pero el de abajo era carnoso. Su mentón carecía de personalidad. Parecía un tipo bueno pero eso no era una cualidad muy importante para un policía. Era como un hombre en quien podías confiar pero no para que te interrogue en una celda… en pocas palabras no intimidaba a nadie con el peso de la ley. En cambio el aula con todos los adolescentes siniestros de uniforme si parecían intimidarle un poco.
Violeta como siempre fue la primera en saltar para declarar lo visto. Cuando Cass oyó su voz nerviosa no pudo contener una sonrisa irónica que tenía a flor de piel. Emiliano se volteó a observarla junto con toda el aula. Ella en cambio, desde su lugar la ignoraba completamente y parece que eso llamó la atención de nuestro policía. Eso o que no dejaba de golpear su lápiz sobre la mesa el tiempo que duró el discurso trágico y el ruido de la madera contra la mesa le perturbaba.
—Señorita— le dijo tímidamente— ¿ocurre algo con la versión que está dando su amiga?
Todos voltearon a mirar a Cass y ella puso rostro de fastidio agudo al son de:
—Primero no es mi amiga. Segundo está teatralizando todo: la vie… la profesora Mónica Mastronardi no tuvo ni tiempo de pedir ayuda así que eso de “vimos su rostro cargado de pánico mientras se ahogaba” está mal. Ella no actuaba como si estuviera ahogándose de falta de aire. Simplemente se tambaleó un tramo y se desplomó ahí adonde está ahora.
—Señorita Worthintong espero no este mintiendo ni que esta sea otra de sus bromas…— La regañó la madre superiora.
—No de hecho la chica fue quien se dio cuenta de que la profesora estaba muerta.— Declaró el médico y se lo llevó a Arno a un rincón para conversar mientras la gente de la morguera procedía a levantar el cuerpo de Mónica y la Madre superiora ponía cara de asco y cierto resquemor. De ser asesinato, la madre superiora Catalina sería su principal sospechosa porque era una vieja de temer y pese a la edad podía tirarte de las orejas y el pelo cual niño pequeño, con una fiereza incomparable.
—Las clases se suspenden hasta nuevo aviso, pueden retirarse— Dijo la Madre Catalina y toda la clase salió al tropel.
Emiliano le insistió tirándole de la manga del uniforme:
— ¡Vamos dale!
—Espera tengo algo que hacer antes.
Se le acercó al oficial por detrás y le dijo:
—¡Hola Suboficial Arno!— el saltó del susto, porque no le oyó llegar y casi tira el anotador, desde esa perspectiva tenía que confesar que era algo encantador si lo observabas con cuidado. Con su cara de nada y sus ojos de cachorro asustadizo bastante hundidos en sus cuencas, pero enormes como los de un animé, hacían que una se perdiera en ellos.
—Si ¿Señorita Worthintong?
Extendió su mano y le mostró lo que halló bajo el cantero del pasillo. El puso cara de “no debió tomar esto” e hizo una especie de mohín con su boca que le dió risa a la rosada chica pero le puso su mejor cara y le dijo:
—Usted se enoja porque agarré el lápiz de labios pero en el descanso está el bolso de Mónica tirado y ya le deben haber pasado cuarenta alumnos por encima.
La aparta y sale corriendo a “asegurar el perímetro”. Un poco tarde “oficial olvidadizo” pensó para si misma y vió que finalmente no se llevó el Lápiz de sus manos.
Regresó con el bolso en la mano y tomó con una bolsita plástica el lápiz labial.
—¿Está seguro que debía levantar el bolso?— le preguntó ella dudando y señalándolo mientras el lo apoya con cara de fastidio en una de las mesas.
—Si ya estaba contaminado y esto no es un crimen señorita Worthington. Todo aparenta una muerte natural.
—Es Cassandra… no Señorita Worthintong.
—Ahora si me disculpa… Cassandra, me tengo que retirar a hablar con la madre superiora mientras los oficiales trabajan retirando el cuerpo.
“¡Muerte natural ni de coña!” se dice para si misma Cassandra, convencida de que la Madre superiora tiene más ánimos de ocultar todo que de investigar.
—Suboficial… Arno. Se olvida el bolso— señala ella mientras él se retira por el pasillo de sillas.
—El cabo se puede hacer cargo del mismo muchas gracias por la preocupación… Cassandra.
—De nada y puede llamarme Cass— le saluda mientras coloca su mochila en el hombro con los siguientes pasos a seguir definidos.
“Nuevo plan: Es hora de seguir la pista de las fotos.”

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